Había esperado mucho tiempo, pero por fin el día definitivo
en que volvería nuevamente a sentir la gloria y placer de comandar un ejército
y destruir reinos se acercaba. Desde hace varias semanas que había estado
expectante observando cómo poco a poco crecía un gran conflicto en las tierras
extrañas en que su espíritu se encontraba. Observaba cómo mediante novedosas
y extravagantes formas de comunicación
en donde las personas se organizaban y coordinaban masivamente en frente de
unas pantallas con el fin de reunir los más diversos y variados estandartes
unidos bajo las mismas consignas de batalla, se percató de su gran efectividad
y potencia cuando a través de los ojos de Bastian contemplaba estupefacto como
a través del camino principal de la ciudad marchaban miles de personas.
A través de la mente de Bastian comprendía la molestia de
toda esa gente contra sus gobernantes, su odio, frustración y angustia, más
también se daba cuenta que habían sentimientos de buscar un cambio, de
esperanza… jajaja, de esperanza, como si tal cuestión le importara al que
alguna vez fue el temido hechicero demente Neteremax, comandante del ejército
olvidado y maldito de Kaspel II, hasta aquel fatídico día en que fue derrotado
y su espíritu apartado de su cuerpo para ser arrojado al abismo del fin del
mundo.
Bastian, no era tan distinto a él, era un joven aburrido con
una vida que no le satisfacía por completo, las expectativas que su carrera
universitaria le ofrecía a futuro le parecían vagas, distantes e inciertas, se
encontraba cansado de esperar. Pero había algo que Bastian anhelaba ya, tener
poder, superar esas banales expectativas e imponerse una meta inmediata y superior
a cualquier cosa más allá de las estupideces que el sistema social en que se
desenvolvía le ofrecía, pero necesitaba un poder más allá de cualquier
expectativa humana.
Bastian a lo largo de su vida siempre había leído novelas de
fantasía y admiraba a cualquier tipo de mago, generalmente oscuro, de las
tinieblas, de las sombras o cómo se llamará el título de turno que le pusieran
a un hechicero que fuera contrario al bien, bondad o luz. Le encantaban porque
siempre iban en busca de más y más poder y cuando lo obtenían seguían buscando
todavía más hasta superar a cualquier ser del mundo en que se desenvolvían e
incluso desafiar a sus mismos dioses y maestros.
Neteremax tuvo suerte de encontrarse con este chico, su
espíritu luego de haber sido arrojado al abismo del fin del mundo se abrió paso
para llegar al extraño lugar en que se encontraba y comenzó a vagar comprendiendo
que no podía por más que lo intentara tomar el control de los humanos con los
que se encontraba, no podía comunicarse con ellos ni tentarlos. Todo cambió
hasta el día que en un parque se encontraba un joven solo sentado en una banca
conversando consigo mismo, se encontraba frustrado con su vida murmurando lo
absurdo que consideraba estar angustiado por notas, créditos, ramos, compañeros
y pololas. Cuando el joven dijo con una mirada repleta de determinación y rabia
“deseo tener el poder para estar por encima de todas estas estúpidas
preocupaciones y juro que soy capaz de lo que sea para conseguirlo, por lo que
ente, espíritu, fantasma, ángel, demonio o la mierda que sea este allí afuera
observando, prometo aquí y ahora que juntemos nuestras voluntades para alzarnos
en este mundo” En ese momento ese joven ejercía una fuerza tremenda, era su
voluntad que llamaba a gritos al espíritu de Neteremax y por primera vez pudo
gracias a esa voluntad comunicarse con un humano y fundirse en su conciencia para
compartir el mismo espíritu y cuerpo.
Al final de la gran columna de gente miraba la formación de
una pequeña escaramuza de los manifestantes en contra del ejército de los
gobernantes, hombres vestidos de verde con armadura y extraños yelmos. Pero
ambos bandos de la batalla eran unos cobardes, se encontraban muy lejos los
unos de los otros, mientras unos tiraban piedras y palos a una bestia que
escupía una especie extraña de agua, los soldados de verde disparaban unas
flechas humeantes que expelían un extraño vapor.
Estos rebeldes y protectores del reino eran unas viles ratas
que no sabían nada sobre una verdadera batalla, la gran mayoría de la columna
humana no enfrentaba a estos soldados de verde, solo una minoría que se quedaba
al final observando un espectáculo absurdo que cualquier persona que tratara de
decir que era una batalla digna de ser contada caería en la calificación de ser
un retardado mental.
De todas maneras logró comprender que tenía al alcance de su
mano la oportunidad para volver a tener un ejército, toda esa gente simplemente
necesitaba un comandante que los dirigiera contra sus gobernantes y combatiera a sus enemigos. Con una
demostración de poder la minoría encontraría la valentía que les hace falta y
al mismo tiempo la mayoría se encontraría con la oportunidad perfecta para
poder llevar a cabo una verdadera rebelión contra el reino.
Volver a tener su propio ejército, volver a sentir el fragor
de una batalla y la emoción de ver sucumbir al enemigo doblegándolo por
completo con el fin de imponer su voluntad, la única que debía gobernar por
sobre las del resto, nada detendría el renacer del temido comandante Neteremax.